martes, 30 de agosto de 2011

A propósito de Carlos Carnicero, el 15-M, Rubalcaba y Prisa

En plena lectura de Carlos Carnicero –“El 15-M, Rubalcaba y PRISA: La crisis de la intermediación y la imprescindible transformación de los medios”, segunda parte de “Rubalcaba, Prisa y el 15-M”, en su blog recordé, a propósito de los periódicos, de la reforma de la Constitución, de las próximas elecciones, de los indignados y todo aquello que entendamos hoy por "representación", –recordé, decía– un viejo poema de José Ángel Valente: “Acuérdate del hombre que suspira” (Obra Poética 1, pág. 63). Sin entrar en ten con ten de Carnicero para náufragos de la izquierda –que cada cual, lo juzgue– prefiero rescatar completo esos versos de Valente, publicados por primera vez en 1955. Denuncia de la mentira, del falso discurso de los poderosos, más de 55 años después (y en qué circunstancias lo escribió) este poema del gran poeta español de la segunda mitad del siglo XX sigue estando vigente. Hoy más que nunca. Sirva también, como pretendía Valente, como homenaje al hombre sencillo que sólo quiere amar la vida; aunque dice mucho más que eso. Lean:

José Ángel Valente

ACUÉRDATE DEL HOMBRE QUE SUSPIRA…

En el centro de la ciudad o del mundo,
en su jadeante corazón,
en sus plazas
en las brillantes avenidas
de Nueva York o de París,
pulidos escuadrones
se suceden, discuten, empapelan
el destino del mundo.

También hablan de mí;
en ruso o en inglés
hablan de mí,
de mi miseria o de la guerra, dicen
que no quiero morir.

Yo muerdo una manzana,
escupo, estoy tranquilo,
allí me representan,
saben que no quiero morir.

En las asambleas, en los
congresos,
en las reuniones periódicas,
en la primavera o el otoño
los oradores se levantan.
No son hombres,
son los representantes
de América, el Polo Norte o la ciudad de Saint-Louis.

En las plazas,
en el centro de la ciudad o del mundo,
sobre su fragante corazón fatigado,
el reino de la voz que no descansa:
los que hablan en representación
de la tierra,
de la cultura occidental,
del Pacto Atlántico,
de los que tienen un solo ojo
o de los que tienen tres.

Allí y aquí me representan.
Todos me representan.
Soy feliz.
Muerdo mi breve fruto
o mi importante vida; ya no sé.
Estoy tranquilo.
Sueño.
Hay que salvar al hombre.

Me parcelan. Dividen mis derechos
y los defienden por igual.
Ellos, los poderosos
o los santos
o los profesores
o los arzobispos
o los políticos,
los que suelen hablar
en representación de todo el mundo
o quién sabe de quién.
En representación de mí,
Que tengo hambre o como
o lloro (¿en representación de quién?),
de mí tan singular, tan oscuro y diario
que me toco, río o muero a la vez
y en representación de mí mismo solamente
amo la vida así.


miércoles, 24 de agosto de 2011

TENGO ALGO QUE CONTAR (1): Series de cabecera

Últimamente gustan mucho las series. Ponga una en su vida. Una de estas series en las que la narrativa contemporánea –al fin y al cabo: son el modo predilecto que elegimos cada vez más para que nos cuenten una buena historia– se está reinventando. Series, sí, que son sólo un formato téorico, la televisión­, pero que casi nunca –el buen serieadicto, claro– se sumerge en ella atestada de publicidad, a hora incierta y sin solución de continuidad. No veo la televisión, pero sigo las series...

Series que se ven online en el propio televisor, a tantos capítulos como nos permita el sueño y el adsl (incluso las cada vez más caras ediciones en DVD), sin cortes, casi siempre subtituladas ­–mal que bien, cada vez mejor­­– para vivir experiencias reconfortantes que sólo transmiten las mejores novelas: esas noches de insomnio en las que el amanecer te encuentra abrazado a una novela de Murakami, o a Myû, mejor aún, ese personaje de Sputnik, mi amor (Tusquets) que proclama: “Todas las cosas deben ser contadas cuando llega el momento. Si no, uno sigue eternamente encadenado a su secreto”.

Perífrasis exacta de lo que esconde la esencia de una buena serie –de toda narración, sin más–, incluso cuando llega ese momento en el que por la ventana del salón nace el sol y lo poco que ocupa tu conciencia es el descubrimiento de John Nieve (Juego de tronos), Ben Hawkins (Carnivale), la familia Braverman (Parenthood), Peggy Olson (Mad Men) o Albert Lambreaux (Treme). Y tantos otros que te han hecho pensar, temer, reír, correr, llorar, cantar, vivir.

La actriz Elisabeth Moss interpreta a Peggy Olson en la serie Mad Men

Las series, claro está, son para el verano, los fines de semana y las largas noche de invierno ahora tan lejanas. Esas son las series que me gustan, series que te dejan sin dormir y sin aliento tras horas de imaginación; ahora que el cine apenas te dice nada, los partidos de fútbol –clásicos o no– se alargan a los telediarios durante semanas y no nos quitan el dedo del ojo o los diarios están llenos de protagonistas sin interés y se repiten. Y en donde nadie tiene el menor sentido del humor y escribir bien es un defecto.

Nunca me he divertido y disfrutado tanto con series o leyendo poesía como este verano, mientras que las novelas en el escaparate –no todas: ¡Bienvenido de nuevo ilustre Houellebecq– y los periódicos me aburren terminalmente, tanto que apenas tengo fuerzas para abrirlos. Lo que me van a contar ya lo sé. Nunca los periódicos han dicho tan poco y las series, tanto. O así me lo parece. 

martes, 23 de agosto de 2011

Sobre España y un poema de Manuel Vilas

Playa de La Barrosa al amanecer


Leía, de nuevo, a Manuel Vilas (Barbastro, 1962), un poeta que siembra reflexiones y recoge admiración. Siempre es nuevo, pero siempre es —a la vez— reconocible. Seguramente su mejor libro sea Resurrección (Visor, 2005), aunque Calor (Visor, 2008) le siga cercano en originalidad, voz y talento. Vilas proclama en un poema memorable como “Micheaud” que “No me gusta España porque la libertad aquí es una suposición / Me gusta España porque el verano es aquí una resurrección”. No cabe un retrato mejor en dos versos de este país que se apresta a dos meses —aunque quién puede decir que no llevamos ya otros tantos y más— de guillotinas y mandobles. Mata la imaginación, mata las palabras. Nos salva la poesía. 

Sí, España. Dejemos a los políticos y sus secuaces perderse en los paredones del poder, y quedémosnos con los poéticos. Leía a Vilas, su poema “España” y pensaba que no hay escritor contemporáneo que haya retratado esta España nuestra como él desde los poetas del 27. Exagerado o no, lean, encontrarán raíces de la crisis, pero también morderán el polvo de sentirse reconocidos. Es lo que tienen los poetas, por eso a veces no nos gustan nada. Otro día volveremos, por ejemplo, a un poema genial que es “El inmaduro”, radiografía del hombre contemporáneo. El poema ahora es en prosa y se titula, ya lo saben, “España”, décimo de los reunidos en el capítulo “Vida Española” de, naturalmente, el poemario Resurrección:

ESPAÑA
El frío se largó. Con el frío se fue el siglo XX. Ahora reina el fuego. El calor en España es muy salvaje. La gente quiere tomar el sol, beber cerveza helada, mirar el mar. Como casi todo se ha muerto, sólo nos queda lo que siempre estuvo allí desde el principio: el cuerpo. Nos dedicamos a darle placer al cuerpo. Somos helénicos, griegos, mediterráneos. Platón ha vuelto. Queremos el lujo, casas frente al mar, ocio, largos viajes por el mundo, el conocimiento, la gravedad, la posesión, el escrutinio. No queremos un coche barato, queremos un Mercedes 600, ¿te enteras ya? No queremos acudir en cola rusa a piscinas municipales, queremos el lago de Garda a nuestros pies. No queremos un apartamento de o metros en Salou. Queremos una villa en el Adriático. Lo demás no puede importarnos. Por eso nos hemos hecho absolutamente modernos. Sólo los antiguos aún hablan de a pobreza, del sacrificio, del trabajo, del fútbol, de la redención, de madrugar todos los días, de ir a votar para que alguien haga posible el gran milagro de que puedas seguir madrugando todos los días. Hemos progresado filosóficamente. Hasta los vascos nos son indiferentes. Del Rey os importa saber quién le cuida las enormes rosas abiertas para pocos del palacio de Marivent. Sólo la riqueza extrema y el ocio metafísico hacen interesante este mundo. Disfruta este enorme paraíso, este mar, este calor español. Lo queremos todo. Estamos preparados para la felicidad.

sábado, 20 de agosto de 2011

La uva, a punto de vendimia, y un poema de Almudena Guzmán


En la viña ya está la uva madura y casi a punto. En la viña, no del Señor, sino en la de mi padre, en Chiclana, en el pago de Los Llanos, la uva palomino espera bronce y luminosa la vendimia. Esa uva que pronto será mosto en las criaderas del Fino Chiclanero que produce la Bodega Cooperativa Unión de Viticultores Chiclaneros. Con la levantera desatada, en apenas una semana comenzará la vendimia. La dura tarea de los hijos de la tierra, de los que hoy, viendo la viña verdeja y bella, me acuerdo. Por ellos brindo, con versos de amor, de nuevo, de Alejandra Guzmán (Madrid, 1964), leídos en el poemario Usted (1986):
      
     Soy un racimo de uvas
     
     y aguanto como puedo
     
     este oleaje creciente de su boca

     aguijoneándome al sol.


     Hasta que estallo.

viernes, 19 de agosto de 2011

Un Vía Crucis con obras maestras del Barroco


Hay ejemplos cumbres de la imaginería del Barroco, como los que abren y cierran el Vía Crucis. La última cena (1763), de Francisco Salzillo, perteneciente a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Murcia), que ocupa en la 1ª estación de penitencia, frente a la Biblioteca Nacional. Del gran Gregorio Fernández (1576-1636) se puede ver frente a la Casa de América La Quinta Angustia (13ª estación. Cofradía de la Piedad, Valladolid) y el Cristo yacente (14ª estación. Catedral de Segovia), antes de que la Virgen de Regla (siglo XVII) de La Roldana cierre el Vía Crucis frente al Banco de España en su paso de palio de la Hermandad de los Panaderos (Sevilla), única representación mariana y dolorosa.
Entre ellas, también se han podido ver dos tallas anónimas del siglo XVII y de gran fervor: el Medinaceli (4ª Estación) de la  Archicofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Madrid) y el Jesús Nazareno (7ª Estación) de Cofradía del Dulce Nombre (León). Otras nueve cofradías han estado presentes con sus titulares, todas tallas de entre finales del siglo XIX y mediados del XX, incluido el Jesús de la Caída (6ª Estación, Úbeda), de Mariano Benlliure, y el Cristo de la Buena Muerte (11ª Estación, Málaga), la recreación de Francisco Palma Burgos del desaparecido Cristo de Mena. Una cita única en la historia.

jueves, 18 de agosto de 2011

La novela de la semana | Niccolò Ammaniti: Que empiece la fiesta

Niccolò Ammaniti (Roma, 1966) fue uno de los jóvenes novelistas italianos que en 1997 lanzó a la fama la editorial Einaudi con una antología que inauguró una época en la literatura transalpina: Juventud caníbal, antología del horror extremo. Junto a Aldo Nove, el más significativo junto a Ammaniti de aquellos nuevos talentos, cada uno a su estilo retrataba una Italia brutal, violenta, asesina y terrorífica. Lo inusual de aquel horror es que la mayoría de los argumentos estaban entresacados de la prensa diaria. Ammaniti ya había publicado una novela, Fango, que abrió el itinerario caníbal, e impresionaría aún más con la brutal No tengo miedo. Luego, viró hacia el neorrealismo con Como Dios manda, novela tragicómica que, de algún modo, es precedente estilístico de Que empiece la fiesta. Ésta última novela es, indudablemente, la obra cumbre de un narrador portentoso que ha radiografiado sin la menor conmiseración la Italia de Silvio Berlusconi. Un texto prodigioso en donde habita el disparate, la denuncia y la crónica social. Extraordinario y lúcido.


Niccolò Ammaniti: Que empiece la fiesta (Anagrama), Barcelona, junio de 2011, 329 páginas, 19,50 €


Un poema de Antonio Carvajal: Padre, perdónalos porque no saben qué hacen

En Miradas sobre el agua (Hiperión, 1993) el gran poeta granadino Antonio Carvajal incluyó una sección, la séptima y última precisamente, denominada “Perífrasis de las Siete palabras de Cristo en la cruz”, que contenía siete poemas que había ya publicado en una antología bautizada como Poemas de Granada en 1991. Esos poemas fueron compuestos para acompañar en concierto la gran obra musical de Joseph Haydn que le encargó la iglesia de la Santa Cueva de Cádiz: “Las siete palabras de Cristo en la Cruz”. Veinte años después aquellos poemas –ni qué decir– están plenamente vigentes. Hoy quiero destacar uno, “Padre, perdónalos porque no saben qué hacen”, primero de ellos, que me resulta notablemente actual en el marco de las JMJ y con el primer movimiento del Oratorio de Haydn según el maestro Jordi Savall de fondo:



PADRE, PERDÓNALOS PORQUE NO SABEN QUÉ HACEN

Desde la cima llamo; desde el alto
dolor de un cuerpo en llagas y desnudo,

clamo hacia ti, por ellos, que me tienen

desnudo, herido,

sin saber para qué, por qué lo hicieron.

No es esta desnudez lo que me duele

ni sus bocas de cieno en mis mejillas 

como larva viscosa

de podredumbre, ni esta herida sucia

por no sé qué maldad que yo esperaba,

por no sé qué maldad que yo sabía

en sus pechos crecida.

Me dueles tú, que no apartaste el cáliz.

Me hieres tú, con tu silencio. Tú,

que me has desamparado. No te enojes
con ellos, no te ensañes

con su maldad pequeña, tan mudable

como sus pocas horas. Tu perdón
es la esperanza sola que me queda,
la luz de mi agonía.

martes, 16 de agosto de 2011

Encuentros con la Palabra hecha imagen

El Museo del Prado se suma a la JMJ con un itinerario de 14 obras maestras que representa la vida, muerte y resurrección de Cristo. El Thyssen, por su parte, recibe a los peregrinos con una exposición gratuita con nueve escenas evangélicas de entre los siglos XIV y XVIII. Son otros dos modos de buscar el significado de la visita de Benedicto XVI a Madrid y de vivir el significado de lo religioso a través de la pintura y los siglos. Podéis leer sobre las grandes citas culturales de la JMJ en en mi sección de la revista Vida Nueva.



Por cierto, que la primera obra que se expone en la sala de exposiciones Contexto, en el Balcón-Mirador de la primera planta del Thyssen, es Jesús entre los doctores (1506), ejemplo de cómo Durero logró fundir hábilmente dos mundos renacentistas, el alemán y el italiano. Considerada una de las obras maestras de la colección del museo, en ella seis doctores forman un círculo en cuyo centro emerge la figura y la maestría de Jesús. Las manos del rabino de rostro deformado y caricaturesco posadas sobre las del Mesías constituyen, por su simbolismo, el foco de atención de la escena. Toda una obra llena de significados y de actualidad. Durero, por supuesto, en su máxima expresión.

lunes, 15 de agosto de 2011

"Virgen llena de gracia, impera siempre": un poema de Julio Martínez Mesanza

Julio Martínez Mesanza (Madrid, 1955) es el más conocido de los poetas de la Generación de los 80 y el que ha profesado una poesía más abiertamente católica junto con el primer Luis Alberto de Cuenca (Madrid, 1950). Mesanza conecta con García Baena y la gran tradición hispana –desde Fray Luis de León a Calderón de la Barca–  en, por ejemplo, poemas marianos como “Mater Christi”, incluido en su antología Soy en Mayo (Renacimiento, Sevilla, 2007).

Pero Martínez Mesanza es y será autor de Europa, poemario aparecido por primera vez en 1983 y que, en sucesivas ediciones ampliadas (1986, 1988 y 1998) le coronó como uno de los poetas más interesantes de fin de siglo. En é está la gran tradición europea, de Goethe a Keats, pero sobre todo William Wordsworth. No en vano Mensanza firma poemas extraordinarios, como "Santo Oficio", pero ante todo transmite una cosmovisión renacentista de una Europa Épica y moral.

Hoy día de la Asunción, de la Virgen de Agosto, tomado de Soy en Mayo, de la pág. 82, rescato un poema titulado "Sancta dei Genetrix" que no deja indiferente:

VIRGEN llena de gracia, impera siempre.
Dulce abogada, quita de mis ojos
el velo del orgullo y de mis labios
las palabras que para nada sirven.
No puedo enumerar lo que desprecio
y aún me son gratas demasiadas cosas.
Pero diré que hay una infame estirpe
que deja sin valor nuestro lenguaje:
su libertad es libertad de usura,
su paz es el escudo del injusto
y su progreso es un deporte ateo.

domingo, 14 de agosto de 2011

Querer es confusión y servir es sabiduría. La vida según Stefan Zweig

Hay un hermoso, sabio y extraño libro en la producción de Stefan Zweig (Viena, 1881-Petrópolis, Brasil, 1942) que tiene por título Los ojos del hermano eterno (Acantilado). En él se narra, como una leyenda oriental, la vida de Virata, juez justo y virtuoso, que renuncia a su carrera en tiempos de Buda para descubrir el valor absoluto de la vida. Hay en esta novela corta y redonda, apenas 70 páginas, multitud de sentencias, citas e historias. De ellas quería hoy extraer tan sólo una breve cita a la que le vengo dando vueltas últimamente que, sobre todo, me gustaría que nos sirviera para llegar a esta hermosa metáfora de la vida escrita por Zweig, uno de mis escritores favoritos. El rey concede a Virata un deseo (Pág. 67) y éste responde:

–No quiero disponer de mi libre albedrío. Porque el hombre libre no lo es y el que no hace nada también es culpable. Solo es libre el que sirve, que ofrece su voluntad a otro y emplea sus fuerzas en una obra, sin hacer preguntas. Sólo la mitad de la acción es obra nuestra: el principio y el final, la causa y el efecto, pertenecen a los dioses. Líbrame de mi voluntad, porque querer es confusión y servir es sabiduría, y te estaré agradecido, rey.

sábado, 13 de agosto de 2011

Un poema bucólico de Blanca Andreu: “En el sitio de agosto crecen las esperanzas”…



En esta diacronía de agosto, recupero Los archivos griegos (Fundación Lara) de Blanca Andreu (La Coruña, 1959), una de las autoras más singulares, prestigiosas y leídas de su generación. Con este poemario, me reencuentro con ella después de algunos años sin leerla. Habitan poemas, en su mayoría, homenaje a esa "Grecia que llevo en el alma", como ella afirma. Pero no se trata hoy de crítica literaria, sino de ofrecer un poema dedicado a estos días infinitos de agosto y lo que tienen de borrón y cuenta nueva:

BUCÓLICA
Agosto, país de oro
como una carta escrita desde mayo
agosto, ojos de trigo y pelo de maíz.

En el sitio de agosto crecen las esperanzas
como lo hacen las hojas, en secreto, sin ruido.

Parece un libro lleno de pastores
una égloga abierta por la página tres
allí donde se dice Elisa, vida mía
–quién me dijera Elisa, vida mía–
una furtiva página de un poema
como una golondrina
o un velero.

viernes, 12 de agosto de 2011

Moraito, el hombre feliz. In memoriam



Su nombre era Manuel Moreno Junquera, Moraíto chico para el arte y el compás, para Jerez y el Flamenco. Mucho se está hablando en su gloria y su estirpe, pero no se ha nombrado (y lo quiero escribir) esa estampa sobre el escenario de un hombre feliz. Cuando la guitarra, el toque -y sobre todo en concierto o solista- era un drama de caras dolientes, llegó el Moraíto con su sonrisa por bandera y su pataíta buleriando. Dándole a la guitarra, ole, la gracia y la alegría. Un hombre bueno, un hombre feliz tocando una guitarra.

Un poema de Manuel Vilas: La noche del lento verano


Advirtamos primero de Manuel Vilas (Barbastro, 1962), uno de los grandes poetas de hoy. Singular, provocador y humanista, hay en sus poemarios un febril retrato del hombre contemporáneo, como quizás no se había hecho –en su tiempo y en su lugar, claro está– desde la Generación del 98, peso sin límites lingüísticos ni, cabría decir, morales. Pero no: el Vilas está presente está vigente el hombre en medio del abismo. Le iremos descubriendo -si es que hace falta- pero aquí, por ejemplo, un simple poema temprano, incluido en su antología Amor (Visor, 2010) entre sus "Primeros poemas" (1988-1998):

LA NOCHE DEL LENTO VERANO
Nada hay en el mundo que importe mucho.
Y si lo hubiera, qué pronto se apartó de mí.
Toda la noche del lento verano así la pasa.
El lento verano que le lleva al lento morir.

La novela de la semana | Irene Gracia: El beso del ángel

A veces en literatura hay también seres invisibles, autores que de tan extraños –habría que decir mejor de tan distintos y personales– gravitan al margen de la narrativa comercial y sus anillos concéntricos. Irene Gracia (Madrid, 1956) lo es. Y por eso me ha interesado siempre. En especial, su búsqueda y recreación novelada del mundo de los ángeles. Aquí en El beso del ángel quien habita es Adanel, que, según relata Thèrese Fuler –la épica protagonista de la novela– fue quien arrasó con Sodoma y Gomorra y, también, el ángel de la Anunciación. Dos formas de sus muchas presencias. Como también lo fueron Apolina, que tendrá un embarazo de cien años del que nacerá Ledo –enamorado de otra de las imágenes de Adanel– y Dionisio, alumno de Da Vinci. A través de esas uniones, en una interpretación de la mística no ciertamente ortodoxa, Thèrese-Adanel va relatando “la historia de mi posesión, de mi reino”, desde el origen celestial del mundo y la rebelión de Luzbel a la segunda rebelión de los ángeles… aún por venir. 


Irene Gracia: El beso del ángel (Siruela), Barcelona, mayo 2011, 212 páginas, 17,95 €
(Vida Nueva. Núm. 2.763. Del 23 al 29 de julio de 2011. Pág. 48)

Reencuentro en el mundo blog

Son malos tiempos, sí, para la lírica. Malos, insomnes e inseguros, pero mientras arde Londres uno siente la necesidad de volver a decir, de convocar de nuevo a las palabras y sus matices. Y aquí, por fin, vamos a ejercer esa apostasía que es opinar, discrepar de la verdad de las cosas, buscar su sentido más profundo y abrir debates en torno a las palabras. Habrá aquí columnas de opinión, por tanto, escritas como deben hacerse: al pulso de los acontecimientos. Pero también iré incluyendo críticas de libros, reportajes, poemas, fotografías, simples apuntes al vuelo. Todos los he querido reunir bajo el genérico epígrafe de "El ojo de la liebre". 

Como señala el cineasta José Luis Borau en su artículo de opinión "El ojo de la liebre" (www.elpais.com), "al menos el 70% de los visitantes que acuden a contemplar los tesoros de la Albertina firmados por Durero van para ver la liebre, su indudable obra maestra. Quieren comprobar por sí mismos si es cierto que está pintada pelo a pelo, como dicen, y sobre todo, asomarse a su ojo derecho para constatar que se ve el cuarto donde posó, suponiendo que estuviera viva, y hasta la ventana del fondo por donde entraba la luz". 

Sí, el ojo de la liebre –a mí también– siempre me ha atraído. Me ha parecido, desde la primera vez que lo vi, un símbolo excelso del amor por el detalle y el rigor, de la verdad que se esconden detrás de las apariencias, de que siempre hay un reflejo que acaba revelando a cualquier impostor. Y es, asimismo, metáfora de la osadía y la calidad de cualquier artista, periodista o profesional, que es capaz de amar a su trabajo tanto que piensa en el más insignificante de los detalles; aunque, al final, es ese detalle el que le hace diferente a todo. 




"El ojo de la liebre" tiene una determinante voluntad de poesía, pero también de periodismo. Es pasión por el naturalismo y es, a la vez, orfebrería. Durero, más o menos, como ejemplo, camino a seguir o, si así vale, referente en unos tiempos en el que el maestro de Núremberg habría puesto su arte, como siempre, al servicio de la renovación, de la nueva mirada, de la vida nueva necesaria para que el hombre de hoy deje de caminar sobre el abismo. Aquí, con él, va un modesto intento de contribuir a ello.

Habrá, por tanto, de vez en cuando un intento de escribir la realidad desde este blog, pero también, si me permite, de recuperar viejos artículos, críticas de libros o poemas que siguen pareciéndome vigentes y, de algún modo, necesarios. Por supuesto, que citando su procedencia y su fecha original. Todo con la esperanza de que, como pensaba Alicia, detrás del espejo siempre haya alguien. Y quizás un mundo mejor.