martes, 27 de septiembre de 2011

EL LIBRO DEL MES | Isabel Soler: Derrota de Vasco de Gama


En la libertad del crítico –del lector, en general– está otorgar a ciertas obras una identidad novelística, a pesar de que, en su germen, no lo son. Porque, básicamente, poseen un fondo novelístico que las hace especiales. Y eso es lo que sucede con Derrota de Vasco de Gama, subtitulado “El primer viaje marítimo a la India”, que firma Isabel Soler (Barcelona, 1964), profesora de literatura y cultura portuguesas en la Universidad de Barcelona y traductora, entre otros, de Jorge Amado y Vergílio Ferreira. El libro está dividido en dos. Por una parte, el amplio prólogo de Soler, sobre todo, en la interpretación que Camoes hizo en Los Luisiadas de la figura de Vasco de Gama. Aún más fascinante, en cualquier caso, es la segunda parte: una crónica anónima y emocionante, de uno de los hombres que acompañaron a Vasco de Gama hasta Calicut, en un viaje que zarpó de Lisboa en 1497 en busca deab las tierras del Preste Juan. Verdaderamente extraordinario.


Isabel Soler: Derrota de Vasco de GamaEl primer viaje marítimo a la India (El Acantilado), Barcelona, Septiembre de 2011, 227 páginas, 20 €

lunes, 19 de septiembre de 2011

Entrevista con Vicente Verdú: “Estamos en una especie de tránsito por el desierto”

El periodista y pensador publica "La ausencia" (La Esfera de los Libros)

Vicente Verdú (Elche, 1942) es un analista incomparable de lo que sucede a nuestro alrededor. Un pensador del hombre contemporáneo que ha dejado suficientes muestras de agudeza intelectual, como en El capitalismo funeral (Anagrama, 2009). Ante la dolorosa muerte de su mujer, en 2003, se puso a reflexionar en torno al concepto mismo de ausencia, y llegó a la conclusión de que “la sensación de ausencia caracteriza significativamente esta época. Ausencia antes y durante la gran crisis. Ausencia en el horizonte imaginable tras ella. Desde un mundo que acaba a otro que apenas se atisba, cunde una atmósfera vacía o vaciándose de proyecto y valor”.
El intelectual incorregible que es Verdú se puso a elaborar esta asociación: “La ausencia entonces, ya en plena crisis económica y social, significaba también la falta de casi todo, desde el conocimiento suficiente para afrontar el problema a la paralela ausencia de trabajo, de liquidez, de líderes, de confianza, de moral y de muchos otros importantes asideros”.
Y a explorar este vacío “moral e instrumental que se padece en casi todos los órdenes a través de la pérdida de referentes, de ideas y de remedios” está dedicado La ausencia (La Esfera de los Libros), ensayo extraordinario en el que muestra ese viaje “del contenido de mi corazón al contenedor de la gran crisis”, aportación lúcida alrededor de un mundo que se acaba y otro que no se sabe muy bien a dónde conduce.  “Estamos en una especie de tránsito por el desierto –apunta–. Han cambiado todas las ideas que teníamos recibidas de la era industrial, de un mundo gobernado por la cantidad, de un mundo efímero y de un consumo desbocado”.
La ausencia primera es su mujer. “El libro parte de una experiencia biográfica, como todos los libros que he escrito yo e, imagino, la mayoría de los que se han escrito siempre –responde–. Mi experiencia fue vivir la ausencia, que fue muy intensa, que excavó a mi alrededor la muerte de mi mujer, que falleció de un cáncer de pulmón, lo cual no le dio mucho tiempo para afrontarlo y a mí me dejó con un gran vacío. Ese vacío aún sigue permaneciendo en mí”.
Aunque, de algún modo, lo ha enfrentado con este ensayo: “Nunca pensé escribir un libro acerca de ello, pero cuando surgió pensé que no debía escribir un libro intimista o personal, porque sigo siendo muy pudoroso. No era incompatible con hablar de una ausencia general, con la que vive el mundo actual; una ausencia de referencias, de patrones y de líderes”.
Uno de los vacíos a los que más reflexión le dedica es la ausencia de humanismo, de moral: “La moral es como un orden cívico. Hubo una época en la que nos avergonzábamos por no poder pagar una deuda. O que para un acuerdo bastaba con darse las manos. En el que nos regíamos por el respeto y huíamos de la mentira. Y eso estaba inscrito en la propia naturaleza de la sociedad. Sin embargo, este orden ha ido deteriorándose de tal modo que la sociedad se encuentra desarticulada. Y nos ha dejado huérfanos”.
La orfandad del mundo
Huérfanos, sí. Como esos hijos del estramonio y del abandono, de los que también habla como exponente de ladesintegración de la familia. “Son niños que, en ausencia de normas, prohibiciones o dictámenes fuertes, se desenvuelven a su antojo y crecen entre sus pandillas, sus músicas y sus pantallas”.
Las referencias hacia lo sagrado no son pocas. Escribe: “Dios, en suma, forma unidad con la Ausencia. El poder de Dios, el amor a Dios, el temor a Dios derivan de su identificación con lo ausente y desde ese ámbito hallamos la gloria o la perdición. Merced a la ausencia hallamos la razón de vivir, mientras el presente solo nos habría matado ya. Por la ausencia exhalamos, respiramos, esperamos. Todo gracias a la creencia absoluta en la Ausencia, en su capacidad para vigilarlo todo y, en consecuencia, su benevolencia para permitirnos continuar vivos”.
En el número 2.768 de Vida Nueva (entrevista íntegra para suscriptores).

miércoles, 14 de septiembre de 2011

LA NOVELA DE LA SEMANA | Isaac Rosa: La mano invisible

Lo más importante de un novelista, de un buen novelista, es que vaya siempre por delante del lector. Y, bajo mi punto de vista, que cada nueva novela represente otro modo distinto de afrontar la narrativa, otro estilo y otro escenario. Por eso me gusta Isaac Rosa (Sevilla, 1974), porque cada novela que publica –El país del miedo, ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil, El vano ayer– supone un cambio radical y un paso más en una ascendente de calidad y de sorpresa. Estos dos adjetivos son también los que mejor definen La mano invisible, novela, cuanto menos, personalísima en su enfoque y resolución alrededor del trabajo como destino colectivo. En la narrativa española no se suele hablar mucho –o nada, más bien– acerca de la clase trabajadora, sobre profesiones que no se ven (albañil, mecánico, carnicero, teleoperadora, limpiadora, guardia de seguridad, sin nombres ni apellidos), sobre trabajo manual y a destajo. Rosa lo hace: reflexionando, además, sobre su reverso contemporáneo: el consumo desaforado, la nula rebeldía.


Isaac Rosa: La mano invisible (Seix Barral), Barcelona, Septiembre, 2010, 384 páginas, 19,50 €
(Vida Nueva. Núm. 2.766. Del 3 al 9 de septiembre de 2011. Pág. 48)

jueves, 8 de septiembre de 2011

Apuntes negrocriminales | Diane Wei Liang: La Casa del Espíritu Dorado

Diane Wei Liang en su casa de Londres. Foto: The Guardian

Mei Wang regresa. Después de El ojo de jade y Mariposas para los muertos, la detective –profesión prohibida en China, aunque ejercida como asesora de seguridad e información- que sabe que investigar la verdad en una sociedad en donde Partido, Ejército o, cualquiera que sea el poder, quiere decir también dinero y corrupción. Ya sabíamos que Wei Liang ha caracterizado a su joven investigadora, Mei –33 años, soltera e independiente–, según los cánones clásicos de la novela negra occidental, sobre todo en ese vínculo estrecho que hay siempre entre los casos que investiga y su propia vida, aunque al principio ni se lo imagine. En La casa del Espíritu Dorado vuelve a sucederle…
Otra vez. El gran tema es, de nuevo, la obsesión por enriquecerse de una sociedad en la que la corrupción está a la orden del día. Tanto que parece que a veces la trama queda en un segundo –incluso, tercer– nivel para centrarse en la contradicción de la nueva sociedad china y de su clase dirigente reconvertida en millonarios. Recomendable, más que por su careta policíaca, por el extraordinario fresco que Wei Liang ofrece de los demonios de una sociedad que avanza sin querer mirar al pasado y engañándose a sí misma. Aún así están los matices: la ligereza de la narrativa que hace que la novela sea ágil y entretenida, el giro argumental que enfrenta de nuevo al hombre –y la mujer– frente a su ambición desmedida, y esa otra subtrama inacabada que, supongo, se retom en la siguiente entrega…
La presencia de secundarios bien esbozados –unos circunstanciales, como el abogado Wadan; otros llamados a permanecer, como el inspector Zhao– dota de nuevo a una novela de Wei Liang de esa frescura que la hace tan fácil de leer, lo cual tiene más mérito del que parece. Otra característica común a la novela negra europea que tiene la autora china es que, como al Wallander de Mankell, por poner un ejemplo, siempre está muy presente las circunstancias personales en el devenir narrativo. Junto a su hermana, la famosa presentadora Lu, su madre o su prometido exiliado en los EEUU, el miedo al matrimonio de Mei ocupa aquí recurrentes reflexiones.
En definitiva, ya se lee entrelineas: Sí, superficial y básicamente entretenida, con argumentos siempre secundarios, el vigor de la novela vine dado por la cruda fotografía de la conexión entre el poder comunista y la corrupción económica, el capitalismo creciente y el cada vez mayor contraste vital (y económico) entre ricos y pobres. A su modo, el interés es, por tanto, antropológico y, a la vez, casi periodístico. La trama negra y policíaca es un disfraz, casi una excusa. Pero, al menos, Wei Liang se preocupa de tejerla coherentemente y con cierto interés. Sabiendo todo esto: nunca viene mal una inmersión, un viaje veloz al Pekín postolímpico, con una guía nativa, con sentido del humor, con historias siempre curiosas y nunca aburrida.
Diane Wei Liang (Pekín, 1966) pasó parte de su niñez con sus padres en un campo de trabajo de una remota región de China. En los años ochenta, cuando asistía a la Universidad de Pekín, participó en el movimiento democrático estudiantil y estuvo en la plaza de Tiananmen. Se doctoró en Administración de Empresas en la Universidad Carnegie Mellon, y ha impartido clases de gestión de empresas en Estados Unidos y en Reino Unido durante más de diez años. Vive en Londres con su marido y sus dos hijos. Ha publicado el libro de memorias El lago sin nombre.


Diane Wei Liang: La Casa del Espíritu Dorado. El tercer caso de la detective Mei Wang. Siruela Policiaca, Barcelona, Septiembre, 2011, 400 páginas, 19 € 

martes, 6 de septiembre de 2011

De Fernández Cuesta a Lorca: Yo ansío tener grandes ideas

Andaba pensando en este septiembre que arranca como un mordisco al corazón: temeroso, oscuro, una tormenta que se anuncia llena de angustia, dolor y un no se sabe qué será de nosotros, que hoy, cuando las bolsas se desploman, amenaza con arrastrarnos al infierno. Pensaba en ello, mientras leía a Manuel Fernández Cuesta y su "Aggiornamento", y descubría que ante la vuelta desde el agosto sideral y veraniego al crudo septiembre ya estaba dicho todo, o casi. El editor del Grup 62 escribe, por ejemplo, en un retrato en el que nos podríamos reconocer:
Según parece, septiembre es el mes de las separaciones y los divorcios. Las razones, evidentes. La convivencia, lejos del ars amandi, mina, en esta agitada época de turbocapitalismo, las relaciones personales: demasiado tiempo libre; demasiada individualidad. En mi caso, encerrado, persianas bajadas, ensalada y latas, fruta de supermercado, tabaco rubio —«lo tengo rubio», coreaban en la madrileña Gran Vía—, películas antiguas y algo de literatura, nada temo. Vuelvo al trabajo como el que regresa de la guerra: cansado, polvoriento y demacrado. Vengo de Libia, un fin de semana largo de acción, por aquello del sobresueldo. He perdido la mano con los morteros. Miles de mercenarios, nóminas de Occidente, recorren el país en camioneta: la prensa libre los llama rebeldes o insurgentes. Libia es una reserva espiritual de petróleo: un caramelo para Francia, ahora que su presidente, alzado del suelo por discretas plataformas, va a ser padre.
Y casi me quedo mudo. Pero vino Lorca, Federico, a salvarme. Me acordé de un párrafo que conservaba en algún lugar de mi casa y de mi vida. Un párrafo de "Mística", publicado en 1917, cuando el poeta aún era joven y optimista.




Desde otro encuadre distinto al de Fernández Cuesta, también nos podríamos reconocer en este tiempo –el mes y el momento– acerca del que Lorca también parece hablarnos: 
 “El orden es quizás la verdad, pero mi espíritu lo odia y lo exagera. Yo no soy ordenado, porque siempre tengo ideas nuevas y mi corazón cada hora del día tiene diferente modelación sentimental [...]. Hay en mi alma temor porque los ordenados me odian y me empujan hacia lo vulgar... pero mi corazón y mi alma y mis sentimientos se me rebelan y hacen que me aísle en mi círculo de amor [...]. Yo ansío tener grandes ideas y salir de esta agua de medianía e idiotez [...]. El trabajo no me salva, porque yo vivo de ensueños”.